Los investigadores señalan que los primeros invernaderos surgieron debido al deseo del emperador Tiberio (42 a.C. al 37 d.C.) de comer pepinos todos los días del año. Como era imposible cultivar la verdura en la isla de Capri durante el invierno, sus jardineros desarrollaron camas montadas sobre ruedas que se movían hacia el sol, y en los días de invierno se colocaban bajo una cubierta translúcida de selenita (una variedad de yeso cristalizado con apariencia vidriosa). La producción de invernaderos se hizo posible después de la Revolución Industrial, gracias a la disponibilidad de láminas de vidrio producidas en masa. Desde entonces, se han utilizado para cultivar alimentos y flores, formando un microclima adecuado para especies vegetales incluso en lugares con climas severos. Pero en algunos casos, estas condiciones internas también pueden ser interesantes para crear espacios habitables. La reciente premiación de Lacaton & Vassal vuelve a poner a esta tipología en la palestra. ¿Cómo crear invernaderos que entreguen beneficios a los seres humanos y a las plantas al mismo tiempo?
En definitiva, el invernadero es una estructura con paredes y techos fabricados mayoritariamente con materiales transparentes o translúcidos, como vidrio, policarbonato, láminas de plástico o tejidos. Su funcionamiento es muy simple. Cuando la luz solar ingresa a la estructura, es absorbida por las plantas, el suelo y cualquier otra superficie u objeto, convirtiéndose en energía infrarroja. Este calor generado, sin embargo, no consigue salir del invernadero con tanta facilidad y el aire más cálido permanece en el interior, aumentando su temperatura interna y aportando buenos niveles de humedad a las plantas.
Las innovaciones vinculadas a estas estructuras se han desarrollado a lo largo del tiempo y pueden verse ampliamente en paisajes rurales. Sin embargo, especialmente en países con climas más fríos, los pequeños invernaderos adjuntos a las residencias aparecen como espacios para el cultivo de plantas y como espacio de estar para los habitantes. Comunes en los países nórdicos y bajos, estos pequeños invernaderos se utilizan habitualmente como espacios para comer y leer. Sin embargo, la oficina francesa Lacaton & Vassal ha recurrido a esta tipología para generar proyectos más audaces. En la Maison Latapie, uno de los primeros proyectos del dúo, un volumen opaco y un invernadero de las mismas dimensiones, da forma al edificio con formas y materiales muy simples y económicos. De hecho, este parece ser uno de los principales atractivos para el uso de invernaderos. Generalmente conformado por formas elementales, el invernadero puede construirse con materiales relativamente económicos: basta con una estructura metálica delgada y una envolvente de láminas de policarbonato.
Desde hace algunas décadas, el arquitecto sueco Bengt Warne desarrolló un concepto que todavía se replica en los países con climas más fríos. Llamado Naturhus, en lugar de convertir una estructura existente o crear anexos a la estructura principal, el arquitecto envuelve todo el edificio con un enorme invernadero de vidrio. El invernadero crea nuevos espacios intermedios, antes exteriores, que permiten el cultivo de plantas y sobre todo la convivencia de los habitantes en un espacio casi exterior. Esta es la principal característica de los invernaderos; funcionan como amortiguador entre el exterior y el interior, proporcionando una vida más libre en los meses fríos y, principalmente, reduciendo las demandas de calefacción de los espacios interiores.
Este concepto inspiró el proyecto Uppgrenna Nature House, de Tailor Made arkitekter. Según los arquitectos, "el invernadero permite un circuito local cerrado de reciclaje de residuos de aguas residuales. Los lechos grandes limpian y absorben los nutrientes de las aguas residuales y las convierten en frutas y verduras. La casa no requiere conexión al alcantarillado municipal. Vivir en un invernadero fomenta un estilo de vida sostenible y no tóxico. Queda muy claro por qué no se emiten contaminantes en el medio ambiente, ya que estos vuelven a su propio sistema de reciclaje". En el Centro Educativo Paddenbroek de jo taillieu architecten, la antigua granja sufrió una metamorfosis cuando se desmanteló y se construyó un volumen de vidrio y acero a su alrededor para maximizar la flexibilidad y el uso compartido del espacio.
Los invernaderos también pueden integrarse al proyecto constructivo. En la Escuela De Buitenkans, un volumen simple entremezcla zonas opacas y translúcidas. En este proyecto en Hungría, diseñado por IR arquitectura, paneles translúcidos envuelven las áreas sociales de la cabina de descanso. En la Maison + Agence, proyecto de Hérard & da Costa, un invernadero para el cultivo de alimentos se integra entre dos volúmenes opacos que contienen las habitaciones.
En todos estos ejemplos, los invernaderos entregan espacios generalmente muy sencillos e inundados de luz natural. Según Lester van Ree [1], quien desarrolló una investigación bibliográfica sobre el tema, diferentes fuentes mencionan que el clima interior de los invernaderos residenciales es confortable y que la temperatura del aire será aproximadamente de 3 a 5 °C más alta que la del ambiente. En los meses calurosos, esto puede convertirse en un problema. De hecho, la mayor desventaja de trabajar con un invernadero es el riesgo de sobrecalentamiento durante el verano. Si en invierno la idea es tener una estructura completamente estanca, que no deje escapar el calor, en verano las aberturas ubicadas en las partes superiores permitirán la circulación del aire y la expulsión del aire más caliente. El mismo autor del estudio afirma que, en verano, es posible que los invernaderos alcancen temperaturas más bajas que en el exterior, si se toman las debidas precauciones de sombreado y ventilación. En el mercado, actualmente existen vidrios especiales que bloquean gran parte de los rayos infrarrojos. Estas nuevas tecnologías permiten pensar en los invernaderos como una opción más efectiva, creando casas híbridas con áreas cerradas y opacas y áreas abiertas y transparentes. Incluso existen invernaderos equipados con sensores que controlan de forma autónoma la apertura de las ventanas y el intercambio de calor y aire, estabilizando así la temperatura interior.
Los invernaderos funcionan muy bien para climas fríos. En lugares cálidos y húmedos podrían ser poco efectivos para usos residenciales, a menos que tengan una alta permeabilidad. De todos modos, lo que impresiona en los invernaderos es la posibilidad de construir espacios con materiales comunes y de bajo costo, al mismo tiempo de ofrecer innumerables posibilidades de uso y adaptación, además de un variado conjunto de ambientes y sensaciones. Como afirma Lacaton & Vassal, son espacios agradables tanto para las plantas como para nosotros. Revisa muchos otros ejemplos de arquitecturas que integran invernaderos en esta carpeta de My ArchDaily.
Nota
[1] L.F. (Lester) van Ree, BSc. Building Performance Evaluation of Newly Built Greenhouse Residences in Terms of Heating Energy and Thermal Comfort. Eindhoven, University of Technology. Department of Architecture, Building and Planning. 2010. Disponible en este link.